¡Arriba el telón!
Un año más y como viene siendo costumbre, nos enfrentamos a la función en la que cada cual representará su papel a la perfección…;
Ruth Carlino - …los purpurados se pondrán de nuevo sus mejores galas, sus resplandecientes sonrisas, y sus miradas complacientes e indulgentes, para la extraña conmemoración en la que ha venido degenerando año tras año la celebración de la Semana Santa; y los feligreses completarán el elenco en las multitudinarias procesiones que recorrerán nuestras calles. Atrás quedará un año más como otro cualquiera, en el que la jerarquía y el poder habrán campado a sus anchas, consiguiendo llenar el arca de oro muy a pesar de la crisis; y habrán jugado a ser dueños y señores de almas ajenas, de espíritus libres que un día dejaron de serlo por someterse a mandatos, leyes y preceptos muchas veces vacíos y carentes de sentido, pero con los que manipular a personas más cómodas que inocentes.
Pero una vez más, y como si nada pasase a nuestro alrededor, se levanta el telón, la función debe continuar y seguir entonando el “mea culpa”, y hasta compadeciéndose, de aquel espíritu libre, del cual ni siquiera entendemos por qué dio la vida por nosotros.
Pensamos que aquellos bárbaros que lo mataron a sangre fría no tenían escrúpulos, ni por asomo conocimiento de unos mínimos valores éticos o morales; pero acaso, ¿no seguimos crucificando a personas, día tras día, hora tras hora o segundo tras segundo? La crucifixión es algo que ha ido evolucionando a través de la historia, como todo nuestro mundo; Ahora es más sutil y enmascarada, mucho más sofisticada y se emite continuamente mediante la humillación, el rechazo, la silenciación o la marginación de todo aquel que no se adhiere a las normas, que difiere de ellas, o simplemente que es diferente a nosotros; y con todo ello crucificamos un poco más a Cristo.
¿Podríamos ser capaces, aunque sólo fuera por un instante, de ponernos en la piel de aquel Jesús de Nazaret y hacernos una mínima idea de lo que sintió? ¿Podríamos acompañarle con un corazón entregado, buscando la empatía con él, en lo más hondo de nuestro ser? ¿Sería posible que una procesión o una Eucaristía, dejara de parecer una feria, en la que se ha perdido completamente el respeto? Quizá de este modo la función merecería la pena, de lo contrario seguirá siendo un teatro de comedia visto desde el gallinero.