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“Muertos mediáticos y muertos silenciados”


La "Lista Mundial de la Persecución de 2016" registra un incremento de 2,8 puntos respecto a 2015.

Rvdo. Francisco Javier Alonso - Los datos estadísticos actualizados no engañan: Se incrementa el índice de persecución religiosa a cristianos. La persecución religiosa se recrudece en Eritrea y Pakistán. Cuatro mil muertos y treinta mil desplazados en Nigeria en un año, así como casi tres mil iglesias atacadas.

El 2 de abril de 2015 dejó un triste saldo de ciento cuarenta y ocho estudiantes muertos en la Universidad de Garissa (Nigeria). El ataque fue perpetrado por el grupo islamista somalí Al Shabab, que realizó la matanza como una forma de presionar al gobierno, en represalia por la muerte de sus milicianos en Somalia a manos de tropas kenianas. La repercusión mediática, así como los actos de desagravio a nivel internacional apenas ocuparon espacio en los medios de difusión internacional.

Este año, el 12 de junio de 2016, al menos cincuenta personas perdieron la vida en un tiroteo ocurrido en Pulse, una discoteca gay de la ciudad estadounidense de Orlando (Florida). El autor del atentado, Omar Mir Seddique Mateen, falleció también al ser abatido por la policía. El terrorista juró lealtad al Estado Islámico justo antes del ataque y el Estado Islámico asumió su autoría.

El ataque es el tiroteo con mayor número de muertes en la historia de Estados Unidos y el más violento y mortal en contra de la comunidad LGBT en ese mismo país; es el ataque con mayor número de muertos en los Estados Unidos desde los atentados del 11 de septiembre de 2001. En este caso hay una clara diferencia con la masacre de Kenia. Por un lado, se trata de ciudadanos estadounidenses acribillados a balazos en suelo patrio. Por otro cabe reseñar que la mayoría de los fallecidos eran homosexuales, lo que acentuó la presión mediática por parte de grupos comunitarios LGBT.

Me gustaría precisar de forma tajante que no estoy criticando una determinada orientación sexual, ni siquiera la defensa a ultranza que por ley y derecho natural posee cualquier grupo a manifestarse pacíficamente y opinar sobre el tema que sea. Lo que invito a reflexionar es acerca de la descarada discriminación que existe a nivel “cuantitativo” y “cualitativo” en lo que a las víctimas respecta, por etnia y confesión religiosa.

Si los muertos son de raza negra (o afroamericanos en lenguaje políticamente correcto) y además cristianos, el trato mediático será muy distinto a si eres norteamericano, europeo, periodista o gay. ¿Por qué?

Si hacemos un “mea culpa” podemos parafrasear el refrán: “El que siembra vientos recoge tempestades”, o el más escritural: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gal 6:7).

Dejando a un lado el factor étnico, pues el racismo y la xenofobia campan en pleno siglo XXI a sus anchas y podría ser asunto de análisis socio-teológico en un próximo artículo, nos vamos a centrar en el “porqué” del ninguneo y animadversión, en el mundo occidental, de todo lo que se relacione con el cristianismo, y no solo contra una iglesia o confesión cristiana determinada.

¿Por qué tienen menos “valor” los muertos cristianos?

En Europa estamos asistiendo a una lenta agonía del cristianismo desde hace décadas. Aferrarnos a la tradición sin analizar el germen de esta lenta muerte solo prolongará el sufrimiento. La sociedad cada vez está más secularizada e Internet ha jugado un papel fundamental en este proceso.

La praxis y la liturgia ofrecida en muchos templos no conecta con una gran parte de la sociedad actual. No hay “relevo generacional”, salvo en grupos específicos, muy nucleares.

La laxitud actual del mismo clero, pastor o ministro de una u otra confesión contrasta con la imposición doctrinal coercitiva y alienante de antaño por parte de ese mismo clero en todos los ámbitos de la sociedad. Y la sociedad, así como los modelos políticos, cambian y evolucionan, para bien o para mal.

En la sociedad contemporánea falta una “estructura” que de forma al cristiano de a pie. No existe ese “armazón” que da consistencia a la realidad cristiana, las nuevas generaciones “no la perciben” y solo reciben en muchos casos una complejidad simbólica que no logran comprender, palabras y gestos alejados de su interés.

El investigador Martín Velasco (1977) nos habla de “cuatro acercamientos básicos al hecho religioso”. Me voy a referir al último, las denominadas “mediaciones”, es decir, lo que está más allá de las palabras y nos acercan al fenómeno religioso con un carácter simbólico, son transmitidas de generación en generación y nos ayudan a comprender los otros tres acercamientos, que son: Primero: es a través de la experiencia de lo sagrado; el segundo trata del vínculo y la fascinación con el Misterio y el tercero es la respuesta del ser humano ante la experiencia del Misterio (Dios y lo Divino). Si fallan esas mediaciones que se transmitían de generación en generación, las otras tres pueden desviarse a otras que nada tienen que ver con el núcleo de la Fe: Estrellas mediáticas; hedonismo y mercadotecnia materialista, paganismo, sexualización de lo sagrado, fútbol, ideología de política, adoctrinamiento acultural…

Lo terrible es que no solo se ha vaciado la sociedad de Dios, sino que se ha llenado de mediaciones anticristianas que sí se transmiten éstas últimas de generación en generación: relativismo moral, inmadurez afectiva, intolerancia a la frustración, materialismo, hedonismo…

Los templos o las iglesias no se van a llenar por la súbita aparición de una metanoia o conversión colectiva.

Los mismos cristianos estamos separados, en pie de guerra unas confesiones cristianas con otras, con agresiones verbales y diatribas fanáticas que nos alejan de ser uno con el Padre.

El islamismo fanático y yihadista nos tiene en el punto de mira, mientras nosotros, los redimidos por Cristo, nos separamos cada vez más. Finalmente, y apretando más las cadenas, están los partidos y los poderes públicos que nos discriminan, limitan y nos envían al ostracismo en un mal entendido y practicado laicismo de estado y consiguiente secularización de la sociedad.

En nuestro país cualquiera puede entrar en una capilla y atacarla, con soflamas amparadas en la libertad de expresión. También en aras de esa "libertad" pueden ciertos grupos exponer públicamente el cartel con el "beso de las vírgenes", saltándose a la torera el respeto a las creencias. Y no pasa nada. Pero no se atreven a realizar un acto similar en una mezquita radical, ni siquiera con alegorías sutiles que puedan criticar, "desde lejos", a aquellos que son el baluarte del machismo, la teocracia estatal y que castigan la homosexualidad con severas condenas (incluida la pena de muerte), amén de la férrea censura de la que hacen gala esos regímenes y sus correligionarios en todos los ámbitos de la sociedad.

Si queremos sobrevivir primero debemos “reconciliarnos con nuestros hermanos”, antes de ir a la Mesa del Padre.

Y después pensar “que haría Cristo en nuestro lugar”. Seguro que no lo haría a través de soporíferas homilías, muchas de ellas llenas de veneno y separación. Pero estoy convencido que estaría a pie de calle, con sus ojos de infinita misericordia buscando al pobre, al marginado y al enfermo. Enseñando un Evangelio de Amor, de gozo y de sanación. Todos guardamos "esqueletos en los armarios" y nadie está libre de culpa, pero debemos recuperar la oración, que nos llene del Espíritu Santo para que de verdad seamos luz en nuestras casas y en el trabajo, exentos de ira y ánimo de venganza. Debemos procurar estar unidos todos: cristianos de todas las iglesias, laicos, clero, hombres, mujeres... porque el Amor que Cristo nos entregó debe ser el referente a seguir. Recordemos esto: "Jesús se entregó por todos los seres humanos". La fisura que nos divide es el verdadero enemigo que nos extermina.

Creo, que solo así podremos revertir este proceso discriminatorio, esta condena social que oprime a la familia cristiana y al ser humano en general.

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