Juan 14:27
Jorge Luis Borges, murió en Ginebra, Suiza, el 14 de junio de 1986, y fue enterrado en el cementerio de Plainpalais, después de una ceremonia relgiosa- ecuménica en la Catedral de Saint Pierre, su lápida, escueta, en el frente, tiene tallada la imagen de siete guerreros y una frase en inglés antiguo que pertenece a un antiguo poema que conmemora la batalla de Maldon, ocurrida en el año 991, con una frase AND NE FORTHEDON NA, " y que no temieran", las palabras con la que el líder sajón arenga a sus hombres antes de la batalla. No temais. En el reverso, una cruz celta.
Unas palabras semejantes a las que usó Cristo,“La paz os dejo; mi paz os doy. Yo no os la doy como la da el mundo. No temáis, ni se turbe vuestro corazón.” Juan 14:27
Jorge Luis Borges, uno de los grandes escritores de la lengua española, poeta metafísico, delicado, cultista, melancólico, refinado, sensible mantuvo una mirada poética sobre el Evangelio y las Escrituras, su funeral se celebró en la Catedral reformada de Saint Pierre, la misma en la que predicó Calvino. Dos sacerdotes oficiaron en el funeral. Un ministro protestante y un cura católico.
La obra poética de Borges tiene numerosos poemas titulados simplemente con una referencia escrituraria, uno de los mas hermosos, es este, dedicado a quien la Tradición nombra como Dimas, el Buen Ladrón, un bandolero, ajusticiado en la Cruz como el propio Cristo, aunque por delitos de sangre, tuvo sin embargo la apertura, la luz del Espiritu que le permitió reconocer lo que de maravilloso estaba sucediendo ante sus ojos, y se dirigió a Cristo reconociéndolo, a su manera, como el Logos encarnado, y este personaje es el único del que Cristo asegura literalmente que estará con Él en el Paraíso
Lucas, 23
Gentil o hebreo o simplemente un hombre
cuya cara en el tiempo se ha perdido;
ya no rescataremos del olvido
las silenciosas letras de su nombre.
Supo de la clemencia lo que puede
saber un bandolero que Judea
clava a una cruz. Del tiempo que antecede
nada alcanzamos hoy. En su tarea
última de morir crucificado,
oyó, entre los escarnios de la gente,
que el que estaba muriéndose a su lado
era Dios y le dijo ciegamente:
Acuérdate de mí cuando vinieres
a tu reino, y la voz inconcebible
que un día juzgará a todos los seres
le prometió desde la Cruz terrible
el Paraíso. Nada más dijeron
hasta que vino el fin, pero la historia
no dejará que muera la memoria
de aquella tarde en que los dos murieron.
Oh amigos, la inocencia de este amigo
de Jesucristo, ese candor que hizo
que pidiera y ganara el Paraíso
desde las ignominias del castigo,
era el que tantas veces al pecado
lo arrojó y al azar ensangrentado.