Aprendiendo a viajar ligero
05 JUNIO 2020 (Church Times)
Tom Lusty hace algunas sugerencias prácticas para prepararse para la muerte.
Toda muerte, incluidas las de Covid-19, se asocia con angustia y abandono, y es difícil pensar la muerte de otra manera. Habiendo servido como capellán de una Residencia de personas mayores, ahora tiendo a pensar que la muerte no tiene por qué considerarse como un trance tan difícil.
Es verdad que en este tiempo de pandemia tenemos dificultades particulares, cuando la muerte puede tomarnos desprevenidos: la preparación espiritual para morir es una cosa que parece que nos exige tiempo para procesar el conocimiento de la inminente partida de este mundo; algo muy distinto sucede en las muertes por coronavirus, dada la rapidez potencial.del inicio de dificultad respiratoria aguda. En el momento de contraer el virus, no tenemos el lujo del tiempo.
Actualmente, sin embargo, muchos de nosotros tenemos más tiempo de lo habitual.
La clave de toda preparación espiritual para nuestra propia muerte es permitirnos, "cuando llegue el momento de morir concentrarnos en que todo lo que tenemos que hacer es morir" (Jim Elliott, The Journals of Jim Elliott de Elisabeth Elliott; Fleming H. Revell Company, 1992).
Una buena muerte es "un movimiento que va de la dislocación a la reubicación, de la desorientación a la reorientación, de la desintegración a la reintegración": un movimiento hacia la integración (Mud and Stars: El informe de un grupo de trabajo sobre el impacto de la experiencia de hospitalizacion en el Ministerio de cuidados de la Iglesia). La preparación implica trabajar soltando y despachando las cargas, para que podamos viajar ligeros.
Un buen punto para comenzar es enfrentando nuestros miedos.
Cuando era cura, vivía cerca de una casa de la Cartuja y estaba encantado cuando me permitían unirme a la oración. Cantando canto llano en latín a la luz de las velas, quedé atrapado por la experiencia, incluso si no siempre entendía cada palabra de cantábamos.
El encanto de los cartujos es fuerte. Una práctica cartuja, muy característica, es cavar tu propia tumba y hacerlo con alegría, poniendo tu corazón y tu alma en ella. Se trata de enfrentar tus miedos, y tener una buena mirada a tu lado de sombra sin pestañear.
Si bien este puede ser un enfoque demasiado directo para la mayoría de nosotros, la idea de comprometernos con nuestra sombra, y hacer frente a nuestros temores, nos abre a mayores posibilidades de liberación y paz. He estado caminando por algunos valles de sombra desde que comenzó Covid-19. En el segundo día del confinamiento, comencé a desenvolver un nuevo teléfono capaz de grabar videos, con mis meditaciones y reflexiones para publicar y compartir en línea. Al anochecer, galvanizado ante la idea de 100 personas mirando, incluso había ordenado mi estudio.
Es posible enfrentarnos de un modo racional a nuestros miedos, particularmente afrontando nuestra actual preocupación por morir solos. El siguiente "ejercicio de pérdida", que os propongo nos puede ayudar a enfrentar imaginativamente la posibilidad de estar solos al final del viaje de la vida, se puede hacer solo, aunque siempre es mejor hacerlo con alguien en quien confiamos.
Necesitamos 16 trozos pequeños de tarjeta o papel (una hoja de A4, doblada por la mitad cuatro veces). Escribimos en cada uno de esos trozos los siguientes conceptos: cuatro cosas importantes que hemos hecho en la vida, cuatro personas especiales con las que hemos tenido alguna relación significativa, cuatro pasatiempos, cuatro cosas que nos han brindado alegría.
Piensa en cada una de las cosas que has escrito, luego baraja esos pequeños papeles. Colócalos boca abajo. Retira 14, lentamente y al azar. Solo quedan dos, Colócalos en un sobre. Cuando estés listo, echa un vistazo a lo que podría quedarte en el momento final de tu vida: solo dos de esas cosas y quizá las más inesperadas.
Reflexiona por un momento.
Reducir las tarjetas a dos es duro: la mayoría de los preparadores dejan a los participantes con cuatro. Pero dos tarjetas ofrecen la mayor posibilidad de que algunas personas se queden solas. En cualquier movimiento hacia la muerte veremos que nuestros "círculos de conocimiento" van a disminuir, a veces drásticamente. Imaginarnos en esa situación será desconcertante, pero puede acercarnos a la verdad de nuestra situación en el momento de morir.
Pregúntate: si este fuera mí caso, ¿realmente me sentiría solo? Curiosamente me experiencia de acompañamiento a la muerte me demuestra que después de procesar lo que hemos perdido, encontramos que estamos contentos con lo que nos queda, incluso si eso que nos queda es el Church Times y un gin tonic.
La mayoría de las veces, la situación no se parece a la que nos plantea el Salmo 88 (“Estoy apartado con los muertos, como los muertos que yacen en la tumba, a quienes Tú ya no recuerdas, que están lejos de Tu cuidado").
Además de escribir nuestro último testamento y escoger los himnos que queremos para nuestro funeral, enfrentar nuestros miedos puede ser una forma de permitirnos a nosotros mismos y a los demás que nos acompañan, tener una buena muerte cuando llegue el momento, incluso si estamos aislado de los que amamos.
Pero ningún modelo cristiano de preparación espiritual para morir puede dejar de lado el dejar ir, en la esperanza del encuentro con el Dios que nos espera más allá de la muerte.
John O'Donohue describe la vida como lo que tiene lugar "entre el acto de despertar y el acto de rendición". “Cada mañana, nos despertamos a la luz. . . Cada noche, nos rendimos a la oscuridad ”: una oportunidad diaria para confiar nuestras vidas en las manos de Dios.
El reverendo Tom Lusty es vicario de St Giles, Bramhope, en la diócesis de Leeds.
Traducido del Church Times y publicado benévolamente, sin interés comercial